jueves, 29 de enero de 2009

Ellos

Silencio en medio del oscuro paisaje. Su mirada se perdía sin desearlo. Caminaba despacio y el viento apenas lo rozaba. Sintió un grito agudo que duró solo un instante, tuvo miedo, se quedo inmóvil. Salió el sol y volvió a llenarse el amplio espacio con las mismas cosas de siempre. Esto era una tortura para él, la rutina se le hacía insoportable. No podía moverse. Quería llorar pero sus lágrimas se negaban a aparecer. Escuchaba risas, gritos, murmullos…odiaba el hecho de no poder compartir nada. Recordó el tiempo en el que era libre y amaba… Ahora se sentía vacío, quería que todos desaparecieran, le molestaba cada palabra, cada gesto que no lo tocaba directamente. No los conocía pero tenía miedo de tenerlos cerca… Era tarde y se ahogaba…
Cuando abrió los ojos se dio cuenta que él también era uno de ellos.
ianazul

miércoles, 28 de enero de 2009

No confundamos amor con besos, ni el uso de la razón con la emoción. El amor no hace daño, el amor no traiciona, el amor es maduro, el amor es sincero. El amor debe expresarse más que con la boca, con el corazón, con los oídos cuando escuchamos, con un abrazo cuando necesitamos compañía, con palabras de aliento cuando hay desánimo o simplemente con una sonrisa cuando hay alegría.

martes, 13 de enero de 2009

Carta a mi madre

Hoy es el día de todos los días,
mamá,
y como siempre
el papel ha tomado ya la forma de mis manos,
mis ojos son un buque de letras
pero mi corazón
es una luna tan inmensa
que nadie podría abarcarla con la mente.
De pronto se me ocurrió regresar
A esos días en que no recuerdo,
cuando, supongo, me tenías en tus brazos,
mientras yo jugaba
a ser una cuenta mas de tu collar;
siempre deseé agarrar tus ojos
y guardármelos en los bolsillos
para que nunca descubrieran mis travesuras,
pero vos, lista y paciente,
descubrías todos mis mares
llenos de puertos vacios de gente…
oh, mamá, que días aquellos,
que infancia mentida galopaba en mis rodillas,
tantos pájaros sin nombres entre mis sueños,
tantos ángeles en desvelo amansando mi asma,
oh, má, que fragancia a jazmines
las de las tardes en la iglesia,
que secretos diálogos los míos,
con mi Dios, con tu Dios…
Esta carta tan llena de soles
es sólo una lágrima
que quedó escondida en mi pecho;
vos conoces, de repente, una distancia angustiada,
y yo vivo sin risa una ausencia vegetal,
ambos somos parte del niño
que dejamos atrás, junto al galope del tiempo,
vos, sumergida en ese mundo doméstico
que huele a exquisiteces,
yo, impregnado de un silencio ruidoso
que habla de oraciones,
sin embargo, mamá,
mis ojos no se cansan de mirarte,
mi boca de llamarte,
mi mente de pensarte.
No te inquietes por mí,
el niño que acunaban tus brazos
es un hombre que pronto
tomará el bastón de otra infancia
y jugará con la luna de tus cabellos;
yo he crecido con el tiempo
hasta ser este galgo de nubes
que desborda tu imaginación,
ya no tendrás que pensarme
en vigilias vacías y dolorosas,
porque hoy el desierto de mis manos,
mamá,
se ha llenado de tu amor
con el amor de Cristo.

Agustin B Luna